
La fórmula M
Referencias formales y referencias métricas
Me interesaba trabajar las ideas que definen la fórmula-M, un método concebido en 1937 por William Dwiggins. Aunque el término fórmula está bien empleado, puede llevar a la falsa idea de que se trata de una ecuación mágica para obtener una serie de parámetros esclarecedores. En realidad, es una técnica que queda abierta a la libre interpretación por parte de quien quiera emplearla. Los resultados pueden variar bastante. En algunos casos las formas que resultan muestran un aspecto curioso. Por ejemplo, si aislamos la letra g de Andralis, de Rubén Fontana, es probable que nos parezca tan extraña como fea. Pero, integrada en una composición, ese déficit estético deja paso a un sistema compacto, lógico y funcional.
La fórmula-M consiste en engañar al ojo haciéndole ver curvas que no existen. Eso se consigue acentuando las características más distintivas de los caracteres con trazos muy marcados y angulosos. Dwiggins fue el primero en aplicar esta lógica en un proyecto experimental y más adelante en su tipografía Caledonia. Su objetivo era dar viveza y definición a las fuentes de cuerpos más pequeños.
Es curioso cómo Dwiggins llegó a la fórmula-M. En 1930 comenzó a colaborar con un grupo de teatro que tenía un espectáculo de marionetas. Él era el encargado de pintar las caras. Comenzó con un estilo muy definido, muy realista, pero la distancia a la que se encontraba el público y la iluminación de la sala, contribuían a que esos detalles se perdiesen y no causaran el efecto esperado. Fue entonces cuando pensó que ganaría vivacidad si simplificaba los rasgos de los rostros. Al hacerlo, la distancia y la luz se aliaban y, como resultado, la percepción de los espectadores mejoraba ostensiblemente. También las curvas y las líneas podían combinarse para obtener mayor dinamismo.
Dwiggins entendió que su descubrimiento podía aplicarse al diseño tipográfico. Bautizó su método como fórmula-M, donde la M respondía a la inicial de marioneta (marionette, en inglés). La idea clave de la fórmula-M, lo que me atrae tanto de ella, es su énfasis en engañar al ojo: dar a la mentira apariencia de verdad, provocar una ilusión, inducir a tomar por cierto lo que no es… Algo tal vez criticable pero que en tipografía solo persigue un objetivo: mejorar la lectura y, por ende, la comunicación. Entre las tipografías que aplican esta técnica y que he tomado como referencia me gustaría destacar Electra, de Dwiggins; Swift, de Gerard Urger, y Fenix, de Fernando Díaz. Otras tipografías que, aun sin responder a la lógica de la fórmula-M, he tenido en cuenta en la definición de algunos detalles son Warnock y Minion, ambas de Robert Slimbach.
