Cuando hay un tema que se presenta de forma recurrente en diferentes situaciones, a lo largo de un corto periodo de tiempo, creo que hay que parar a reflexionar sobre él. En estas últimas semanas, estoy escuchando mucho la idea de ir contra nosotros mismos, es decir, cuando no tenemos ganas de hacer algo, hacer lo contrario y viceversa. Se trata de entrar en una pequeña batalla con nuestro interior y así poder conocernos un poco más.
Parece complicado ir contra uno mismo y lo es, ya que si te paras a pensar, lo fácil es dejarse llevar, hacer lo que te apetezca en ese momento obviando el resto. Pero si logras mantener la calma y dedicar un tiempo para reflexionar, te darás cuanta del poder que tiene el hecho de no claudicar a tus primeros impulsos. Saber detenerte, justo en el instante antes de decidir si tomar un opción u otra, es el primer paso y también el más difícil, ya que requiere de fuerza de voluntad para no caer en la tentación y mantenerte en ese estado durante un breve periodo de tiempo para valorar que camino escoger. Aquí esta la clave, si logras entrar en este pequeño limbo ya tienes mucho adelantado.
Ir contra ti no parece lo más razonable, pero es aquí donde nos daremos cuenta de dos cosas. En primer lugar nos volveremos conscientes de lo débiles que hemos sido durante todo este tiempo. Y en segundo lugar pondremos a prueba nuestros límites, lo que nos hará ver lo frágiles que son, tan sólo poniendo un poco de fortaleza. Lo bueno es que a medida que vayamos a avanzando y poniéndonos contra las cuerdas, más fuertes nos volveremos.
Y la lección que podemos obtener de todo esto es que, si somos capaces de hacer lo que no nos apetece de forma óptima, imagínate si es algo que nos apasiona. Por una parte se suma la ilusión de hacer algo que nos agrada, más la disciplina obtenida en la realización de tareas a las que no teníamos aprecio. Todo son ventajas, pero lo que cuesta es dar el primer paso.
Foto: Henry Burrows
¿Te atreves a ir en contra? ¿Haces lo que no te gusta?
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